Me encanta la decoración navideña en tonos blancos, verdes y dorados. Quizás sea porque me parece que desprende pureza, o tal vez porque ya estoy un poco cansada del típico color rojo. El caso es que hace un año, descubrí esta belleza de casa en una revista y me pareció espectacular, diferente, fresca... sencilla y pura, como creo que debería de ser la navidad, libre de ostentaciones para poder recordarnos el verdadero sentido de todo.
En el salón encontramos un fuego muy especial en la chimenea, el que desprenden unas preciosas velas blancas de varios tamaños y medidas. El árbol está envuelto por una decoración tan bonita como sencilla: tiras de tul, y pompones de la misma tela entre estrellas, todo ello en color blanco. Las luces amarillas parecen pequeñas hadas danzando entre las ramas del abeto. Sobre la alfombra de color beige se han colocado cajas de regalo para dar más volumen al conjunto.
La mesa se ha vestido con un mantel blanco que llega hasta el suelo, y se ha envuelto con un gran lazo de tul del que cuelgan bolas y estrellas blancas y plateadas. Los portavelas en colores dorados y marrones aportan calidez.
Precioso patio interior decorado con unas sencillas velas blancas de distintos tamaños.
Los decorativos cervatillos de porcelana blanca reposan sobre la bonita mesa de centro de madera decapada en blanco. Las velitas parecen luciérnagas. Las florecillas blancas y el jarrón de cristal reafirman la sensación de pureza y sencillez.
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